Crisis en la adolescencia: claves para acompañar desde la escucha
Atención psicológica para adolescentes en Zaragoza
La adolescencia no es solo una etapa de cambio físico. Es, como decía Françoise Dolto, “un terremoto psíquico”, una auténtica crisis estructural en la que los adolescentes se sienten exiliados de su infancia y todavía no reconocen su lugar en el mundo adulto. Es un tiempo de tránsito, una zona intermedia en la que el cuerpo cambia, los deseos emergen y el sentido de identidad se tambalea.
Una crisis de identidad, deseo y sentido
Durante la adolescencia, hay que renunciar simbólicamente a la infancia. Este proceso de separación implica un duelo: el de aquella imagen que el niño sostenía para sus progenitores. En palabras de Freud, es una de las experiencias más dolorosas de la vida. Pero más allá del cambio hormonal, lo que define esta etapa es la necesidad de dar sentido a lo que ocurre en el cuerpo y en la mente. Es, según Dolto, el momento en que “el adolescente se siente extranjero en su propio cuerpo”.
En esa transición, el deseo sexual emerge con fuerza, acompañado de angustia, miedos y muchas veces, síntomas. Las fobias, la ansiedad, la apatía o la agresividad no son solo signos de patología, sino respuestas subjetivas a conflictos internos: el miedo a no ser aceptado, la dificultad para ubicarse como hombre, mujer o persona deseante, el temor a decepcionar o a perder el amor parental.
El cuerpo habla cuando no hay palabras
Cuando no se encuentran recursos simbólicos para procesar esta transformación, el cuerpo se convierte en escenario de expresión: cortes, vómitos, insomnio, crisis de pánico. Es el cuerpo el que grita lo que no puede decirse con palabras. Como advertía Dolto, “cuando un adolescente presenta una fobia, lo primero no es preguntarle por qué, sino con quién puede hablar”. El síntoma no debe ser silenciado ni medicalizado sin más: necesita ser escuchado.
El papel clave de los adultos
Cómo dice Vilma Cocoz “no hay adolescencia sin Otros”. Padres, madres, docentes, terapeutas: todas las figuras adultas significativas son fundamentales en esta etapa. Pero su rol ha cambiado. En una sociedad donde el ideal ya no es ser adulto, sino mantenerse joven, las referencias simbólicas que orientaban la separación han perdido fuerza.
Hoy, muchos adolescentes se rebelan sin dirección, sin un horizonte claro. Las figuras de autoridad han perdido peso y, en su lugar, proliferan saberes fragmentados y anónimos (como el saber de internet) que no orientan el deseo ni la construcción de identidad. Por eso, el acompañamiento adulto no debe consistir en sermones o imposiciones, sino en escucha, presencia y respeto por el proceso del o la adolescente.
En mi experiencia como psicóloga en Zaragoza, observo cómo este acompañamiento atento y respetuoso puede marcar una gran diferencia en la forma en que los y las jóvenes atraviesan sus crisis personales.
La familia también vive una pérdida
El paso de la infancia a la adolescencia no solo afecta a quienes lo atraviesan, también transforma a sus padres y madres. Ya no pueden encontrar sentido solo en el rol de cuidadores de un niño dependiente. Ahora necesitan dar espacio a un ser que reclama autonomía y diferencia. Como advierte la clínica psicoanalítica, cuando los adultos no elaboran sus propias heridas adolescentes, pueden caer en el error de hacerse “amigos” de sus hijos o, por el contrario, volverse autoritarios. Ninguno de estos extremos es útil.
Acompañar significa sostener sin invadir, escuchar sin juzgar, ofrecer límites sin asfixiar. Es un equilibrio delicado que no siempre se logra sin ayuda.
Acompañar sin resolver
El psicoanálisis no busca normalizar ni corregir al adolescente, sino darle un espacio donde pueda traducir lo que le pasa en palabras. Salir de la adolescencia no es una cuestión de edad, sino de haber encontrado un lugar simbólico desde donde mirarse con dignidad, con sentido, con singularidad.
Como decía Dolto, “el síntoma es un mensaje del inconsciente”. Escucharlo puede abrir la posibilidad de una salida que no pase por el acto violento, la adicción o el aislamiento. Puede ser, como en el caso de algunos adolescentes, la escritura, el arte, un nuevo entorno educativo o un vínculo significativo lo que abra la puerta a un futuro posible.
En definitiva, no hay una sola adolescencia, ni una sola salida. Cada quien debe atravesar su túnel, con sus recursos y su tiempo. Pero ese tránsito puede ser menos doloroso si hay adultos dispuestos a acompañar desde un lugar de escucha, respeto y paciencia. Porque toda crisis puede ser también una oportunidad de transformación.
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