Muchas personas acuden a consulta sorprendidas porque, a pesar de no tener una enfermedad médica diagnosticada, sienten dolores físicos persistentes. Dolores musculares, problemas digestivos o migrañas pueden aparecer sin una causa aparente. ¿Qué ocurre cuando el cuerpo habla de aquello que las palabras han callado?
El psicoanálisis, en particular la orientación lacaniana, plantea que los síntomas pueden funcionar como mensajes cifrados. No son simples fallos del organismo, sino formas de expresión de aquello que no ha encontrado un lugar en el discurso. El dolor físico, en este sentido, puede convertirse en una vía de comunicación para los afectos silenciados.

Cuerpo y afecto: una relación inseparable
El cuerpo no solo responde a estímulos externos o a procesos biológicos. Es también el espacio donde se inscribe la historia subjetiva de cada persona. Las emociones que no encuentran salida —la angustia, la tristeza, la rabia contenida— pueden fijarse en el cuerpo y manifestarse como síntomas físicos.
Esto no significa que el malestar sea “imaginario” o que la persona lo invente. Muy al contrario: el dolor es real, pero sus raíces no se encuentran siempre en lo puramente orgánico. Es una verdad que habla desde otro lugar. Como señala Santiago Castellanos, siguiendo la enseñanza de Lacan, el síntoma corporal puede entenderse como “un saber que insiste”, un mensaje que pide ser escuchado.
El síntoma como lenguaje
Cuando un afecto no encuentra la palabra, el cuerpo toma la iniciativa. Una migraña recurrente, una contractura que vuelve una y otra vez o una fatiga inexplicable pueden ser leídos como un intento del inconsciente de decir algo. La clave no está en forzar una interpretación inmediata, sino en dar espacio a que cada persona pueda descubrir qué hay detrás de su dolor.
En esta línea, el síntoma no es un enemigo a erradicar, sino una formación que tiene un sentido particular para quien lo padece. El trabajo terapéutico permite pasar de un dolor incomprensible a un dolor que puede comenzar a ser dicho, transformado en palabras.
El valor de la escucha en psicoterapia
La psicología basada en un enfoque psicoanalítico no se centra en ofrecer recetas rápidas o consejos estandarizados. Lo fundamental es la escucha: un espacio donde el paciente pueda hablar libremente, sin juicios, para ir encontrando el hilo que conecta su historia con el malestar que hoy se presenta en el cuerpo.
Este proceso no es lineal ni inmediato. Requiere tiempo, compromiso y la disposición de cada persona a confrontarse con aquello que, hasta entonces, había permanecido en silencio. Pero esa escucha abre la posibilidad de un cambio duradero, en el que el dolor deje de ser un peso mudo para convertirse en una vía de transformación.
Psicología en Zaragoza: un espacio para dar la palabra al cuerpo
Cada vez más personas buscan un espacio terapéutico donde su malestar sea escuchado en toda su complejidad. Si un síntoma físico persiste sin explicación médica, puede ser una señal de que hay algo en la vida psíquica que reclama atención.
Trabajar con una psicóloga en Zaragoza desde esta perspectiva permite explorar esa dimensión subjetiva. El dolor físico se convierte entonces en una invitación: la de detenerse, hablar y comenzar a descifrar qué quiere decir el inconsciente a través del cuerpo.
Dejar hablar a lo que duele
El objetivo de la terapia no es borrar el síntoma a la fuerza, sino permitir que pueda transformarse en palabras. Cuando lo reprimido encuentra una vía de expresión, el cuerpo ya no necesita cargar con ese peso en soledad.
En lugar de pensar en la desaparición inmediata del dolor, se trata de abrir un camino hacia una vida más habitable, donde lo no dicho pueda ser integrado en la propia historia. Escuchar lo que duele no solo alivia, sino que ofrece la posibilidad de vivir con mayor libertad, coherencia y sentido.
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